fugaces amores eternos

Gracias por visitarme.... si lo deseas puedes entrar, acomodarte y compartir con nosotr@s tus impresiones...

martes, 28 de septiembre de 2010

círculos concéntricos

Resulta curioso comprobar como, a veces, la vida dibuja las historias del mundo y de sus gentes recreando diferentes formas geométricas... la más perfecta de todas es el círculo, esa línea que nace y muere en el mismo punto, una vez ha completado su ciclo vital. 

En un tiempo en  que resultaba prácticamente impensable traspasar  las fronteras impuestas por las diferencias de clase, sobre todo en los ambientes rurales -marcados por el oscurantismo del clero y por la condescendiente soberbia de "los amos"- mi , casi adolescente, abuela materna (hija y nieta de campesinos a jornal) se enamoró perdidamente del hijo del amo de la casa en la que ella servía. Mi bisabuelo, hombre recto donde los haya y curtido en galeras, prohibió tajantemente esa relación pués estaba convencido de que el chico de D. Nicolás "por mucho que hubiese hecho estudios en Madrid y tuviese mucho mundo"  no se merecía a una de sus hijas... después de todo, él también tenía conciencia de clase. La abuela acabó casándose poco tiempo después con el hijo de otro jornalero tan pobre como su padre, para acallar las lenguas viperinas y de paso fastidiar los planes de quienes apostaban que "la chica del prisionero se quedaba  para vestir santos".
Años después, la tercera de las cuatro hijas nacidas de aquel matrimonio casi de conveniencia  se casó con  un muchacho descendiente de una de las familias más ricas del pueblo....Cuando se conocieron aún pervivían antiguos prejuicios y mi abuelo intentó boicotear, con todos los medios a su alcance, esa relación...pero  no contó con la firme determinación de la abuela que abandonando, por primera vez,  la sombra que proyecta  ese segundo plano al que la historia ha exiliado a la mujer durante siglos,   acudió presurosa en defensa de ese amor y se convirtió en cómplice furtiva de los primeros  encuentros de la pareja... cuando el abuelo quiso reaccionar, era demaseado tarde y no le quedó más salida que consentir el matrimonio (¡¡doce años duró la contienda!!).
De alguna manera se cierra el círculo... la abuela vivió el amor que le correspondía a través del devenir  de una de sus hijas... Hoy, a sus ochenta y tantos años, aún se empaña su mirada y la emoción desgarra su garganta -probablemente, también su corazón- cuando en alguna de las visitas que hacemos a la residencia mira de soslayo al abuelo y refiere con una voz casi imperceptible, ahogada por la pena "si no hubiera hecho caso a mi padre... hoy estaría como una reina..."