fugaces amores eternos

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cuentacuentos













ESCUCHAR LO QUE NO SE OYE

Un discípulo, antes de ser reconocido como tal por su maestro, fué enviado a la montaña para aprender a escuchar la naturaleza. Al cabo de un tiempo, volvió para dar cuenta al maestro de lo que había percibido.
      

       - He oído el piar de los pájaros, el aullido del perro, el ruido del trueno....
       - No, le dijo el maestro. Vuelve otra vez a la montaña. Aún no estás preparado.
Por segunda vez dió cuenta al maestro de lo que había percibido.
        - He oído el rumor de las hojas al ser mecidas por el viento, el cantar del agua en el río, el lamento de una cría sóla en el nido...
         - No, le dijo de nuevo el maestro, aún  no. Vuelve de nuevo  a la naturaleza y escúchala.
Por fín un día....
          - He oído el bullir de la vida que irradiaba del sol, el quejido de las hojas al ser holladas, el latido de la sabia que ascendía por el tallo, el temblor de los pétalos al abrirse acariciados por la luz...
            - Ahora sí. Ven, porque has escuchado lo que no se oye.


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ARREGLAR EL MUNDO


   Un científico, preocupado por los problemas que afligían al mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Se pasaba días y días en su laboratorio, en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día, su  hijo de siete años invadió su santuario, decidido a ayudarle en su trabajo.
   El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible echarlo de allí, el padre pensó en algo que pudiera darle para distraer  su atención.
   De pronto, encontró una revista en la que había un mapa del mundo, justamente lo que precisaba. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y, junto con un rollo de cinta, se lo entregó a su hijo diciendo: cómo te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo roto en pedazos para que lo repares sin ayuda de nadie. El científico calculó que al pequeño le llevaría al menos diez días componer el mapa. Pero no fué así.
Pasadas algunas horas, el científico escuchó la voz del niño que le llamaba serenamente: 
      - papá, papá, ya lo hice todo; conseguí acabarlo.
   



Al principio el padre no creyó al niño. Pensó que era imposible que a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes.
   Desconfiado, el científico, levantó la vista de sus anotaciones, con la certeza de que no vería el trabajo impropio de un niño de su edad en tan poco tiempo. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en su preciso lugar. ¿Cómo era posible? ¿cómo el niño había sido capaz?.        Así que el padre preguntó con asombro a su hijo:
       - Hijo, tú no sabías cómo era el mundo... ¿cómo lo lograste?
      - Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, ví que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que le dí la vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, dí vuelta a la hoja y ví que había arreglado el mundo.

Para Ana, quién diariamente en su vocación y afán por "recomponer al hombre", no sólo consigue que el niño de hoy sea un adulto mejor y más completo en un futuro, sino que de alguna manera, indirectamente, también "recompone el mundo"... y así, gracias a tí, a tu esfuerzo, ilusión y compromiso, el mundo es un poco más habitable para todos.... 


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PARÁBOLA DE LAS DOS TINAJAS

Un  vendedor de agua repetía cada mañana el mismo ritual: colocaba sobre sus hombros un aparejo que tenía y a cada punta amarraba una tinaja. Después salía al camino del rio, llenaba las dos tinajas y volvía a la ciudad para entregar el agua a sus clientes.
Pero una de las tinajas tenía muchas grietas y dejaba filtrar mucha agua. La otra tinaja era nueva y estaba muy orgullosa de su rendimiento, ya que su dueño obtenía mucho dinero con la venta del agua que ella llevaba.
Al cabo de un tiempo, la pobre tinaja agrietada fue acomplejándose y sintiéndose inferior a la otra. Tanto que un día decidió hablar con su patrón para decirle que la abandonara, por ser ya casi inservible.

- ¿Sabes?, le dijo muy triste, soy consciente de mis limitaciones. Yo sé muy bien que conmigo tú dejas de ganar mucho dinero, pues soy una tinaja llena de grietas y cuando llegamos  la ciudad estoy ya medio vacía. Y a no hay nada que hacer. Por eso te pido que me perdones mi debilidad. Compra otra nueva que pueda hacer mejor el trabajo y abandóname a mí en el camino. Ya no te sirvo...

-  Muy bien -le contestó el dueño-, pero ya hablaremos con más calma mañana.

Al día siguiente, de camino hacia el rio, el vendedor de agua se dirige a la pobre tinaja agrietada y le dice:
-  Fíjate bien en la orilla de la carretera y dime lo que estás observando.

-  Nunca me había fijado -dijo la tinaja agrietada- pero, en honor a la verdad, me doy cuenta de que el borde de la carretera está lleno de flores. ¡Es algo muy hermoso!


-  Pues bien, mi querida tinaja -repuso sonriente el vendedor-  quiero que sepas que si las orillas de la carretera son como un bello jardín es gracias a tí, ya que eres tú quien las riegas cada día cuando regresas del rio. Hace ya mucho tiempo que me dí cuenta de que tú dejabas filtrar mucha agua. Entonces yo compré semillas de flores de todas clases y, de camino al rio, una mañana las sembré a la orilla de la carretera. Y tú al regresar del rio, sin saberlo y sin quererlo, estuviste regando mi siembra. Y así todos los dias, gracias a tus grietas, muchas semillas nacieron, los botones se abrieron y cada día gracias a tí puedo cortar unas flores, preparar un ramillete y ofrecérselo al Creador....


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CÓMO COLOCAR LAS PIEDRAS

Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande, de boca ancha, lo puso sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó: 
   - ¿cuantas piedras piensan que caben dentro del frasco?
Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó:
   -¿está lleno?
Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los huecos  que dejaban las piedras grandes. El experto sonrió con ironía y repitió:
   ¿está lleno?
Esta vez los oyentes dudaron, "tal vez no".
  -bien





Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la gravilla. 
Después cogió una jarra con agua y comenzó a verterla en el frasco. El frasco aún no rebosaba.
   -bueno, ¿qué hemos demostrado? preguntó.
Un alumno respondió: que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas siempre puedes hacer que quepan más cosas.
   -No -replicó el maestro-. Lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las  piedras grandes primero, luego nunca podrás colocarlas.