fugaces amores eternos

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domingo, 31 de julio de 2011

cosas que hacen que la vida valga la pena....

Quizás, en demasiadas ocasiones nos detenemos más tiempo del que sería saludable, en analizar  todo aquello que falta en nuestra vida para que sea considerada una vida ("objetiva y socialmente") plena y feliz....


http://youtu.be/moEzL_TFB8A


.... la tímida salida del sol entre los olivares de Machado cuando me dirijo hacia el trabajo, dándome la bienvenida a un nuevo día...
.... una sidrina con los amigos de "casi toda la vida"...
.... las personas tan dispares que transitan por mi vida  y que siempre me sorprenden,  me aportan y me enseñan algo nuevo...
.... la emoción y satisfacción que me produce  cocinar para los amigos... aún en esas ocasiones en que alguno de mis invitados acude a la cena poco después de tomarse en su casa una cerveza con un bocata de nocilla simplemente porque tenía hambre...
.... el sabor de las cerezas... los pepinillos en vinagre... y la papaya...
.... la brisa del mar... el fresquito mañanero en verano.... el calorcito del otr@ en las frías noches de invierno...
.... el aroma de las especias.... el olor de  la piel de los bebés... el milagro de la vida...
.... el placer de la lectura.... la música...
.... la cerveza bien fría... el té bien caliente... mucho mejor y más rico en compañía....
.... saber que aún no te has ido, aunque nos separen años-luz... aunque posiblemente nunca más volvamos a transitar por el mismo camino... tu recuerdo... todas las cosas que nunca te dije... las cosas que, quizá, nunca me dijiste... tal vez en otra ocasión... en otra existencia...
.... las segundas oportunidades....
.... ver crecer a mi hija fuerte y sana... y feliz...
.... perderme en  los abrazos de mi hija mientras me susurra al oido "mami te quiero hasta el universo... eres la mejor mamá... porque dás los mejores abrazos del mundo"...
.... las paraules d' amor....
.... sentir la firmeza del suelo bajo los pies desnudos... a cada paso... hacia delante...
.... saberme, sin duda, una mujer fuerte... aquí y ahora... una mujer íntegra...
.... la lucha para  que un mundo mejor sea posible... la esperanza en una sociedad laica ...en un país laico y aconfesional  para nuestros hijos...
.... las películas de amor....
.... las películas de amor....
....

miércoles, 26 de enero de 2011

niña, las heridas se curan mejor al aire...

Simplemente deambulo por una calle desconocida, dejo pasar el tiempo y mis pasos se dirigen sin  rumbo predeterminado. Los rostros de las personas con las me cruzo no me atraen lo suficiente como para reparar en ellos y, mucho menos, tratar de adivinar los miedos y  anhelos que esconden sus miradas. En ésta ocasión, el juego no me resulta suficientemente motivador ni  divertido. En algún momento indeterminado algo al otro lado de un escaparate capta mi atención, rescatándome del ensimismamiento. Traspaso la puerta de entrada y me descubro inmersa en un universo de cacharros viejos y desordenados; un hombre de cierta edad, casi  anciano, parece estar esperándome. Juntos empezamos a poner algo de orden en aquel galimatías de lámparas inservibles, vajillas incompletas y mucho, mucho polvo... un polvo finísimo, que deja entrever los restos de aquello que un día fué bello y útil para alguien. 
Recuerdo, ahora, que en ningún momento sale una sóla palabra de nuestros labios, simplemente nuestra nítida y reveladora comunicación se desarrolla en un plano superior... y ambos sabemos perfectamente, en todo momento,  cuál es nuestra tarea.
Una vez terminado el trabajo,  siento que debo partir... que estoy lejos de casa, dónde los míos me esperan también. Desconozco el camino de vuelta y el señor de cierta edad, casi anciano, me tiende su mano y se presta a acompañarme de regreso.

Ahora vamos en un coche; me siento bien, confío en mis dos acompañantes. Él conduce mientras habla animadamente sobre su vida actual, su mujer, sus tres hijos y su gato. Yo me siento en paz. El señor mayor, casi anciano, simplemente asiste a la escena como mero espectador. Llegamos a un lugar desierto, el camino acaba aquí, a partir de ahora debo continuar sóla...recuerdo que mi hija me espera. Abrazo al señor mayor, casi anciano, y siento un profundo agradecimiento. Sin embargo él , se resiste cuando trato de abrazarlo en un gesto de despedida definitiva... ante mi insistencia, él finalmente se sostiene en ese abrazo, lo acepta sinceramente... mientras me separo de su cuerpo y abandono sus brazos, miro a ambos y con absoluta serenidad y lucidez pronuncio una frase que lo resume todo: "ahora todo está bien"... y sigo mi camino.

Despierto con una agradable sensación de haber reparado algo de suma importancia y recuerdo las palabras de Ana: "mi madre, de chica, siempre me decía:  niña, las heridas  se curan mejor al aire...".  Recuerdo también  una de sus sabias sugerencias: en lugar de guardar las cosas en cajas herméticas y aparentemente inocentes, ¿porqué no inaugurar una etapa de puertas y ventanas abiertas?. Y de pronto caigo en la cuenta de la sabiduría y del poder sanador que encierran esas frases, aparentemente inocentes, que utilizamos cotidianamente  y que pasan de generación en generación, formando parte de nuestro legado familiar. Intuyo que, de alguna manera, en ese proceso de "airear las heridas para sanarlas" vamos tomando consciencia de nuestro ser, de todo nuestro potencial, también de nuestras zonas más oscuras, esas que sólo podrán ser iluminadas si nos reconocemos en ellas y las tratamos con la misma naturalidad y actitud de aceptación con que reconocemos nuestras capacidades... y pienso que, en definitiva, esta sencilla frase nos está invitando al crecimiento espiritual y personal, por lo que implica de autoconocimiento, de aceptación de uno mismo y -por extensión-  de los demás y de búsqueda o restablecimiento del estado de equilibrio emocional  que nos permitan continuar evolucionando y mejorando en todos los ámbitos (familiar, personal, laboral, de pareja...). Así que, en lo sucesivo, continuaré persuadiendo a mi hija  de que cuantas menos tiritas y vendajes, por doloroso e incomprensible que le parezca, mucho mejor... las heridas, al aire, sanan mejor...



viernes, 31 de diciembre de 2010

balance y propósitos de año nuevo...


Apenas unas horas nos separan de un  nuevo año... Es el momento en que tod@s hacemos balance de lo que nos ha acontecido, es inevitable... cada cual abrirá, tarde o temprano, la caja de pandora de la memoria para bucear dentro de ella en busca de los momentos o acontecimientos que le han sido favorables y disfrutarlos  nuevamente; así rescatamos palabras... aromas... sabores... risas... emociones... miradas... Y, al contrario, recordamos también aquello que nos ha hecho derramar alguna lágrima asociada a sentimientos como la rabia, el dolor, la impotencia...y, como si de una cuenta atrás o un "sprim" final se tratara,  intentamos extraer el necesario aprendizaje de estas experiencias, con el fin último de no tropezar nuevamente en la misma piedra

Así mismo, estas horas son propicias para elaborar esa lista - imaginaria o física- de buenos propósitos para el nuevo año... que, dicho sea de paso, suelen ser los mismos de los años precedentes, aunque con el paso del tiempo y la realidad impuesta por las circunstancias particulares que afectan a cada cual, vamos introduciendo alguna variación mínima que nos produzca, al menos momentáneamente, la certeza ilusoria de que ahora sí conseguiremos nuestros objetivos.

A mí lo que me provoca en este instante es meter en un saco todo lo viejo e inservible y dejarlo, de una vez y para siempre,  a este lado de la frontera... Durante los últimos meses, coincidiendo con una formación especializada en gestalt y crecimiento personal que vengo realizando, he destapado la caja de pandora y todos los fantasmas del pasado se han instalado de  nuevo cómodamente en mi presente para mostrarme, sin el más mínimo pudor, que las heridas no están cerradas del todo pues aún rezuman pus y duelen... Afortunadamente también creo haber alcanzado, durante este proceso,  un mínimo de  lucidez necesaria para darme cuenta del enorme peso emocional que mi pasado amoroso supone en mi presente; el peso me vence los hombros  y las piernas flaquean y así el caminar se hace dificultoso y doloroso, por momentos incluso angustioso (emocionalmente hablando) y agotador...

Por ello, mi propósito para el nuevo año es simplemente traspasar esa barrera ficticia que separa este año del siguiente, libre de este dañino contrapeso emocional...  poder empezar la nueva andadura sin estos condicionantes emocionales del pasado y mantener sólo lo esencial, aquello que es verdaderamente útil: los aprendizajes extraídos de los momentos de crisis y de desencuentro... las capacidades que han quedado al descubierto... las potencialidades que  despiertan... la autoestima conquistada... mi hija Julia, la luz de mis horas y el proyecto más importante... el amor de las personas que caminan a  mi lado... la sabiduría contenida en las páginas de los libros que leo... las conversaciones a la luz de una vela y al calor de un té... la compañía y la mirada  inteligente y amorosa de mi perrita -casi humana-  Berta... la emoción provocada por un espectáculo de danza callejera... el alma en un hilo vibrando con  la poesía de Serrat o de Sabina....

  http://www.youtube.com/watch?v=HyMrBelyYO0


Sobre todo, empecemos el nuevo año con humor!!

sábado, 20 de noviembre de 2010

día internacional de los derechos de la infancia

En un día del año 1987 nació el niño cinco mil millones. Vino sin etiqueta, así que podía ser negro, blanco, amarillo, etc. Muchos países, en ese día, eligieron al azar un niño cinco mil millones para homenajearlo y hasta filmarlo y grabar su primer llanto.
Sin embargo, el verdadero niño cinco mil millones no fue homenajeado ni filmado ni acaso tuvo energía para su primer llanto. Mucho antes de nacer, ya tenía hambre. Un hambre atroz. Un hambre vieja. Cuando por fin movió sus dedos, éstos tocaron la tierra seca. Cuarteada y seca. Tierra con grietas y esqueletos de perros o de camellos o de vacas.También con el esqueleto del niño número 4.999.999.999.
El verdadero niño número cinco mil millones tenía hambre y sed, pero su madre tenía más hambre y más sed y sus pechos oscuros eran como tierra exhausta. Junto a ella, el abuelo del niño tenía hambre y sed más antiguas aún y ya no encontraba en sí mismo ganas de pensar o de creer.
Una semana después el niño cinco mil millones era un minúsculo esqueleto y en consecuencia disminuyó en algo el horrible riesgo de que el planeta llegara a estar superpoblado.

EL NIÑO CINCO MIL MILLONES. En Despistes. M. Benedetti







jueves, 18 de noviembre de 2010

fugaces amores eternos... desencuentros

Le conocí en nuestro tercer año de facultad. No fué  un amor a primera vista ni nada que se le pareciese; simplemente compartíamos ratos de charlas y cafés en la sede de la  asociación de estudiantes de Humanidades. El curso siguiente ambos debíamos trasladarnos a Granada para acabar nuestros estudios y de vez en cuando quedábamos a comer o cenar en su piso o en el mío para seguir compartiendo esas charlas y momentos de los que tanto disfrutábamos... algunas tardes de cine... callejear a la búsqueda de los mágicos rincones granadinos... esos deliciosos tés  en la calle Calderería, mientras dejábamos que  el incienso y la música despertaran todos nuestros sentidos y fueran acompasando nuestras vidas... la lengua árabe -que él había estudiado y que yo quería aprender, a ser posible de sus labios- fué el subterfugio perfecto para el acercamiento definitivo. Comenzamos las clases particulares de árabe casi al tiempo de descubrir nuestros cuerpos buscándose y entregándose sin pudor ni medida. Todo parecía ser perfecto, como si el universo entero hubiese conspirado para unir a dos almas gemelas.




Pero nada, absolutamente nada, es perfecto... Y, afortunadamente, nada es eterno...

 La rabia de los primeros momentos deja paso al dolor más profundo e insoportable desde donde lo único que cabe es replegarse en posición fetal, mirar -mirarse- hacia dentro y buscar... rescatar de  entre el material de derribo, aquello que es auténticamente nuestro, aquello que constituye nuestra verdadera esencia...  y comenzar a construir nuevamente... El dolor se mezcla con  un miedo atroz;  nos aterra imaginar cómo será esa nueva vida que nos aguarda y nos preguntamos una y otra vez -mil veces- si podremos soportar estas soledades impuestas; después, el esfuerzo necesario para recuperar viejos hábitos... antiguas amistades... reconocernos en los lugares de antaño... y recrear la soledad para, finalmente, hacerla nuestra aliada y así poder vencerla.
En este proceso de renacimiento,  la ira, el dolor, el miedo, la soledad van dejando paso a un estado de  lucidez que nos invita a buscar el sentido a esa experiencia vital y que alumbra el camino del autoconocimiento; de esta manera, un desencuentro amoroso se erige en una oportunidad de aprendizaje: aprendemos sobre el otro, aprendemos sobre las relaciones; pero fundamentalmente aprendemos sobre nosotros mismos, sacamos a la luz    capacidades que -hasta el momento-  eran totalmente desconocidas, tomamos contacto con todo nuestro potencial humano y, de alguna manera, resurgimos los mismos pero cambiados. Con el transcurrir del tiempo  podemos llegar a aceptar serenamente la presencia de esa persona en algún rincón remoto de nuestro corazón e, incluso,  sentir agradecimiento porque en un momento determinado de nuestra existencia esa persona, en su huida,  también colaboró a nuestro crecimiento personal... Hoy tengo la certeza de que  la perspectiva del tiempo pone cada cosa en su lugar...  Pero eso ya  es otra historia...