fugaces amores eternos

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jueves, 18 de noviembre de 2010

fugaces amores eternos... desencuentros

Le conocí en nuestro tercer año de facultad. No fué  un amor a primera vista ni nada que se le pareciese; simplemente compartíamos ratos de charlas y cafés en la sede de la  asociación de estudiantes de Humanidades. El curso siguiente ambos debíamos trasladarnos a Granada para acabar nuestros estudios y de vez en cuando quedábamos a comer o cenar en su piso o en el mío para seguir compartiendo esas charlas y momentos de los que tanto disfrutábamos... algunas tardes de cine... callejear a la búsqueda de los mágicos rincones granadinos... esos deliciosos tés  en la calle Calderería, mientras dejábamos que  el incienso y la música despertaran todos nuestros sentidos y fueran acompasando nuestras vidas... la lengua árabe -que él había estudiado y que yo quería aprender, a ser posible de sus labios- fué el subterfugio perfecto para el acercamiento definitivo. Comenzamos las clases particulares de árabe casi al tiempo de descubrir nuestros cuerpos buscándose y entregándose sin pudor ni medida. Todo parecía ser perfecto, como si el universo entero hubiese conspirado para unir a dos almas gemelas.




Pero nada, absolutamente nada, es perfecto... Y, afortunadamente, nada es eterno...

 La rabia de los primeros momentos deja paso al dolor más profundo e insoportable desde donde lo único que cabe es replegarse en posición fetal, mirar -mirarse- hacia dentro y buscar... rescatar de  entre el material de derribo, aquello que es auténticamente nuestro, aquello que constituye nuestra verdadera esencia...  y comenzar a construir nuevamente... El dolor se mezcla con  un miedo atroz;  nos aterra imaginar cómo será esa nueva vida que nos aguarda y nos preguntamos una y otra vez -mil veces- si podremos soportar estas soledades impuestas; después, el esfuerzo necesario para recuperar viejos hábitos... antiguas amistades... reconocernos en los lugares de antaño... y recrear la soledad para, finalmente, hacerla nuestra aliada y así poder vencerla.
En este proceso de renacimiento,  la ira, el dolor, el miedo, la soledad van dejando paso a un estado de  lucidez que nos invita a buscar el sentido a esa experiencia vital y que alumbra el camino del autoconocimiento; de esta manera, un desencuentro amoroso se erige en una oportunidad de aprendizaje: aprendemos sobre el otro, aprendemos sobre las relaciones; pero fundamentalmente aprendemos sobre nosotros mismos, sacamos a la luz    capacidades que -hasta el momento-  eran totalmente desconocidas, tomamos contacto con todo nuestro potencial humano y, de alguna manera, resurgimos los mismos pero cambiados. Con el transcurrir del tiempo  podemos llegar a aceptar serenamente la presencia de esa persona en algún rincón remoto de nuestro corazón e, incluso,  sentir agradecimiento porque en un momento determinado de nuestra existencia esa persona, en su huida,  también colaboró a nuestro crecimiento personal... Hoy tengo la certeza de que  la perspectiva del tiempo pone cada cosa en su lugar...  Pero eso ya  es otra historia...




7 comentarios:

  1. La misma experiencia vista desde dos momentos diferentes, ambos marcados por un aprendizaje distinto, complementario y necesario.

    En al primera insinúas el descubrimiento del amor que realizamos gustosos, entregándonos por completo a esas sensaciones a las que solo llegas de la mano del otro, son esos días en los que llevas una sonrisa permanente y que a veces tratas de ocultar, porque sabes que si alguien te mira con atención descubrirá la causa.

    El otro aprendizaje es impuesto, por otros, por nosotros, por las las circunstancias. Sabes que tienes que pasarlo como una enfermedad, más o menos dura o larga. Te reencuentras con tu soledad anterior que nunca es la misma, con la desesperación, con la indiferencia... Hasta que un buen día eres capaz de expresarlo de esta manera sincera y generosa, tan tuya.

    Gracias por compartir el gozo y el dolor del aprendizaje emocional.

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  2. Has hecho Ángeles una descripción tan lúcida de lo bueno que pasó y de cómo afrontar con sabiduría los dolorosos ecos producidos por un vital desencuentro, que sinceramente poco puedo añadir. Ya me gustaría que mucha gente hiciese una lectura tan acertada como la tuya.
    Quien del dolor aprende, ya es un poco más sabio.
    Me da la impresión que eres una gran luchadora en esto que se llama vivir.

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  3. Ángeles, conozco una medicina que es buenísima, gratis y de efecto rápido y sin efectos secundarios... se encuentra muy cerca y puedes tomar toda la que desees, sin temor a empacharse o falto de dosis exacta. Yo la he tomado muchas veces (más de las que pudiera parecer) y me ha ido bastante bien, por no decir que "mejor imposible"... esta medicina, no tiene nombre y le puedes dar el que quieras, y el envase puede ser tan grande como necesites; el envase se llama "olvido"... y lo prescribe el tiempo; ese que te recuerda lo breve y bonita que es la vida: mira hacia delante porque piensa una cosa: si ese encuentro hubiese acabado bien en este presente, no estarías escribiendo esta entrada, te podría ir bien, mal o regular... pero ¿no estás acaso contenta con tu hija...? Ella no existiría como tal y así un largísimo e interminable etc. Piensa y verás que has de alegrarte del momento actual. Así son las cosas, y creo que de una u otra manera, inmejorables, irrepetibles y por más que lo pienses, irrevocables....
    Anda, muy bonito lo que fue... pero mira a tu alrededor y verás lo que encuentras.
    Un abrazo.

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  4. Querida amiga, nos tienes en ascuas... ¿no ves los comentarios tan buenos...? Sobre todo los de Ana y Gilgamesh?... vamos, vamos!!
    Suelta ya lo que tienes dentro, y sorpréndenos de nuevo!!
    Un abrazo.

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  5. ... no sé la de los otros, pero después de tanto esperar, mi ascua se apagó!

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  6. ANA, UTOPAZZO, GILGAMESH...

    Mientras trataba de dar forma y dejar al descubierto el sentimiento justo en esta entrada, no era consciente del tremendo esfuerzo no tanto intelectual como, principalmente, emocional que suponía rescatar, desvelar, traer al presente de nuevo en un instante y en un contexto vital completamente diferentes, aquellos sentimientos y emociones y a aquel hombre que, sin duda, marcó un punto de inflexión en mi camino... He sido consciente de la sobrecarga emocional posteriormente, con el paso de los días y este malestar es el responsable de la tardanza en responder al interés que mostráis por éste medio de expresión que está aún "en pañales".

    Ana, ciertamente, ningún aprendizaje es un proceso sencillo; no recuerdo dónde he leído no hace mucho que "cada instante de tu vida tiene sentido si aprendes de él", así que cuando acontece algo doloroso en tu vida viene acompañado de una especie de "visión en varias dimensiones" (algo así como el laberinto interior que tan bien describió Borges en su "Jardín de senderos que se bifurcan"), de manera que durante un tiempo más o menos largo e intenso tienes la oportunidad de recomponer tu vida y tu autoimagen buscando un sentido que transcienda a ese acontecimiento y que te permita continuar caminando por la senda que como resultado de ese proceso elijas.... Y ésto no es fácil, nada fácil...

    Utopazzo, no es cuestión de olvidar, sino de aceptar o integrar en la psique y en el siempre complejo mundo emocional la catástrofe sobrevenida en un momento de tu vida en que piensas que todo está bien como está... olvidar es relativamente fácil, lo realmente difícil -al menos en mi caso- es comprender y aceptar hasta el punto de mirar atrás con absoluta indiferencia emocional. En este caso, lo que yo creía indiferente se me ha desvelado acompañado de cierto dolorcillo, lo cual es indicativo de que aún, por más tiempo que pase, la herida no ha cicatrizado del todo. Evidentemente, no soy de las que piensan que cualquier tiempo pasado fué mejor, ni mucho menos... amo profundamente a mi hija y me amo a mí misma también (mucho más que en aquella época, y muchísimo más que antes de nacer Julia); además, observando en la distancia espacio-temporal aquella época de la manera más objetiva posible, he de reconocer que esa persona no supo hacerme felíz ni me amó como yo merecía y necesitaba, por tanto el sufrimiento venía de largo... pero esa es otra historia...lo mejor que me pudo pasar, en definitiva, es que esa persona se marchara de mi vida porque como compañero, amigo y amante no estuvo nunca "a la altura"....

    Gilgamesh, es difícil dejarte "con poco que añadir", así que imagino que algo profundamente humano te habrá tocado esta experiencia...al fin y al cabo, la vida me enseña cada día que no somos tan diferentes unos de otros, que todos tenemos las mismas necesidades vitales (fundamental y primordialmente, todos necesitamos que nos quieran y nos acepten tal como somos) y que la naturaleza ha dotado al ser humano de una serie de capacidades y potencialidades que desconocemos y que se nos van desvelando a lo largo de nuestra vida, solo tenemos que "escuchar", que estar atentos y dispuestos a realizar el enorme esfuerzo que requiere saber aprovechar los "revolcones" que nos dá la vida para salir crecidos de ese dolor en lugar de dejar, pasivamente, que la energía vital nos vaya abandonando y que ese sufrimiento se apodere del resto de nuestra existencia...

    Gracias a los tres por compartir estos íntimos instantes...

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