fugaces amores eternos

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sábado, 20 de noviembre de 2010

día internacional de los derechos de la infancia

En un día del año 1987 nació el niño cinco mil millones. Vino sin etiqueta, así que podía ser negro, blanco, amarillo, etc. Muchos países, en ese día, eligieron al azar un niño cinco mil millones para homenajearlo y hasta filmarlo y grabar su primer llanto.
Sin embargo, el verdadero niño cinco mil millones no fue homenajeado ni filmado ni acaso tuvo energía para su primer llanto. Mucho antes de nacer, ya tenía hambre. Un hambre atroz. Un hambre vieja. Cuando por fin movió sus dedos, éstos tocaron la tierra seca. Cuarteada y seca. Tierra con grietas y esqueletos de perros o de camellos o de vacas.También con el esqueleto del niño número 4.999.999.999.
El verdadero niño número cinco mil millones tenía hambre y sed, pero su madre tenía más hambre y más sed y sus pechos oscuros eran como tierra exhausta. Junto a ella, el abuelo del niño tenía hambre y sed más antiguas aún y ya no encontraba en sí mismo ganas de pensar o de creer.
Una semana después el niño cinco mil millones era un minúsculo esqueleto y en consecuencia disminuyó en algo el horrible riesgo de que el planeta llegara a estar superpoblado.

EL NIÑO CINCO MIL MILLONES. En Despistes. M. Benedetti







jueves, 18 de noviembre de 2010

fugaces amores eternos... desencuentros

Le conocí en nuestro tercer año de facultad. No fué  un amor a primera vista ni nada que se le pareciese; simplemente compartíamos ratos de charlas y cafés en la sede de la  asociación de estudiantes de Humanidades. El curso siguiente ambos debíamos trasladarnos a Granada para acabar nuestros estudios y de vez en cuando quedábamos a comer o cenar en su piso o en el mío para seguir compartiendo esas charlas y momentos de los que tanto disfrutábamos... algunas tardes de cine... callejear a la búsqueda de los mágicos rincones granadinos... esos deliciosos tés  en la calle Calderería, mientras dejábamos que  el incienso y la música despertaran todos nuestros sentidos y fueran acompasando nuestras vidas... la lengua árabe -que él había estudiado y que yo quería aprender, a ser posible de sus labios- fué el subterfugio perfecto para el acercamiento definitivo. Comenzamos las clases particulares de árabe casi al tiempo de descubrir nuestros cuerpos buscándose y entregándose sin pudor ni medida. Todo parecía ser perfecto, como si el universo entero hubiese conspirado para unir a dos almas gemelas.




Pero nada, absolutamente nada, es perfecto... Y, afortunadamente, nada es eterno...

 La rabia de los primeros momentos deja paso al dolor más profundo e insoportable desde donde lo único que cabe es replegarse en posición fetal, mirar -mirarse- hacia dentro y buscar... rescatar de  entre el material de derribo, aquello que es auténticamente nuestro, aquello que constituye nuestra verdadera esencia...  y comenzar a construir nuevamente... El dolor se mezcla con  un miedo atroz;  nos aterra imaginar cómo será esa nueva vida que nos aguarda y nos preguntamos una y otra vez -mil veces- si podremos soportar estas soledades impuestas; después, el esfuerzo necesario para recuperar viejos hábitos... antiguas amistades... reconocernos en los lugares de antaño... y recrear la soledad para, finalmente, hacerla nuestra aliada y así poder vencerla.
En este proceso de renacimiento,  la ira, el dolor, el miedo, la soledad van dejando paso a un estado de  lucidez que nos invita a buscar el sentido a esa experiencia vital y que alumbra el camino del autoconocimiento; de esta manera, un desencuentro amoroso se erige en una oportunidad de aprendizaje: aprendemos sobre el otro, aprendemos sobre las relaciones; pero fundamentalmente aprendemos sobre nosotros mismos, sacamos a la luz    capacidades que -hasta el momento-  eran totalmente desconocidas, tomamos contacto con todo nuestro potencial humano y, de alguna manera, resurgimos los mismos pero cambiados. Con el transcurrir del tiempo  podemos llegar a aceptar serenamente la presencia de esa persona en algún rincón remoto de nuestro corazón e, incluso,  sentir agradecimiento porque en un momento determinado de nuestra existencia esa persona, en su huida,  también colaboró a nuestro crecimiento personal... Hoy tengo la certeza de que  la perspectiva del tiempo pone cada cosa en su lugar...  Pero eso ya  es otra historia...




viernes, 5 de noviembre de 2010

fugaces amores eternos: intercambios....


"Cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no dejarán nada. Esta es la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad".


J. L. Borges.