fugaces amores eternos

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viernes, 8 de octubre de 2010

las monjas y las ranas

Mi primera infancia trascurrió entre médicos, enfermeros, costureras  y monjas... Mis padres trabajaban en "El Neveral", un Hospital en las afueras de la ciudad, por entonces habitado exclusivamente por enfermos de tuberculosis -en su mayoría- y otras afecciones respiratorias. El hospital se encuentra en un entorno privilegiado, inmerso en un mar de pinos, a cierta altitud sobre el nivel de la ciudad, por lo que el aire siempre ha sido límpio y fresco -acorde con el fin para el que fué creado- y el silencio es sólo interrumpido por los sonidos de la naturaleza.
El hospital, por entonces, era atendido por una  comunidad de monjas que se dedicaban - en cuerpo y alma-  al cuidado de los enfermos, por lo que  disponían de estancias propias dentro del mismo edificio donde residían.  El ala donde se alojaban estas hermanas tenía un pequeño jardín de pinos y rosales; en tan sólo  unos cuantos metros cuadrados, la vegetación y los árboles centenarios recreaban el espacio, tamizando la luz del sol y reflejando una frescura casi tangible. Esa frescura  la añadía una pequeña fuente, alicatada con azulejo de imitación árabe,  que ocupaba  el centro del jardín; simulaba un pequeño estanque desde cuyo fondo se erguían fugazmente, buscando la luz ,  un grupo de humildes plantas acuáticas. La fuente-estanque se hallaba custodiada por cuatro ranas de porcelana, de un verde esmeralda intenso, de cuya boca salían parabólicos chorritos de agua que alegraban -aún más, si cabe- el conjunto.  

Dado que la jornada laboral de mis padres era de 12 horas diarias y que el hospital nos había cedido un cortijillo a las espaldas del edificio principal, donde vivimos durante los primeros 6 años de mi vida, mis días trascurrían en el entorno hospitalario. Siempre fuí una niña muy buena y adaptable, por lo que a mis padres les fué muy fácil dejarme al cuidado de otros trabajadores: D. Joaquín - uno de los médicos que más guardias hacía y que me mostraba mayor y más sincero afecto-,  las costureras -que siempre tenían algún camisón o sábana viejos con los que disfrazarme- y las monjas -siempre dispuestas a enseñarme sus primorosas labores-. De todas ellas, que eran un buen número, recuerdo especialmente a Sor Filomena. De su mano recorrí los pasillos prohibidos buscando el acogedor y necesario abrazo de mi madre, me colé en la cocina para saborear algún que otro  reconstituyente vaso de leche templada, entré triunfante en la despensa para conseguir los mejores flanes de huevo caseros que nunca saboreé... Y cuando, tan sólo ella, sabiamente, se percataba de mi soberano aburrimiento mientras las demás monjitas torturaban mi infancia con sus cánticos y letanías, me empujaba discretamente hacia el jardín dónde yo corría entusiasmada a la fuente-estanque para acariciar a alguna de las ranas que tanta fascinación despertaban en mí...y en aquella isla misteriosa, donde   todos los sentidos despertaban y bullían,  podía pasar horas enteras, sin hacer nada más que abandonarme al sonido hipnótico del agua cayendo; mientras tanto, mi imaginación se enredaba, juguetona, entre los rayos de luz que escapaban de  las copas de los pinos... para volver, una y otra vez , a la contemplación de aquellas ranas magníficas, de una belleza casi mágica y que poseían el don de cautivar por completo mi espíritu infantil...



Aún, en este preciso momento, mi memoria auditiva y olfativa rescata del fondo de mi cerebro emocional, una sinfonía perfecta: el canto de los pájaros... el sonido del agua cayendo... el intenso olor de la resina calentada por el sol y matizado por el suave aroma de las rosas... y aquellas ranas verde esmeralda, de tacto suave y frío que acompañaban mis días  guardando mis primeros  secretos y un sin fín de mágicas historias por  imaginar....

10 comentarios:

  1. Es curioso, cuando por algún motivo recordamos nuestra infancia o se nos presenta ella sola y cuando quiere para recordarnos de dónde venimos, es como si abriéramos una cajita preciosa llena de sensaciones. Somos capaces de percibir de nuevo olores, sabores, sutiles efectos de la luz o del aire, como si ocurrieran aquí y ahora.Supongo que ésto ocurría porque en nuestra niñez aún no interferían en esas sensaciones el lenguaje ni el recuerdo.

    Preciosas sensaciones las que has dejado escapar de esa cajita que todos guardamos en secreto. Gracias por compartirlas.

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  2. Has evocado tan vívidamente ese recuerdo y lo has contado tan bien y con tanto sentimiento, que de alguna manera junto con tu mano era la mía la que acariciaba a esas ranitas verdes esmeralda. No es nada fácil transmitir como lo has hecho. Gracias.

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  3. Haces muy bien en recordar tu infancia, tus secretos y enviar un mensaje repleto de imágenes, sonidos y aromas; al tiempo que lo "vives"...y consigues que se visualice cómo sería esa monja (quizá uno o dos escalones por encima del resto) que te empujaba al centro del jardín para que disfrutases al tiempo que crecías...otro gallo nos cantaría de haber tenido mejores "profesores" en nuestra etapa desde que salimos del huevo, hasta prácticamente, nuestro días...pues aún hoy, hay muchas letanías.
    Reflejas bastante bien lo que parece ser, una infancia feliz y que ahora recuerdas con nostalgia. Sabes que pienso (contrariamente a otras personas) que recordar, no es anclarse en el pasado, es necesario recordar y "revivir" esos pasos que hemos dado...al considerar que pasado y futuro se funden en un siempre "presente", al recordar, estás viviendo un presente real...esto es difícil de demostrar, de entender... pero así lo veo.
    Un abrazo.

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  4. ANA

    Me alegra saber que te emocionó este relatillo de un sencillo episodio infantil repleto de sensaciones y emociones y vivido con verdadera intensidad, supongo que, en parte, porque realmente aquello era una isla donde dar rienda suelta a la imaginación, en medio de la desoladora ausencia -principalmente materna-. ...Y, desde luego, suponía un paisaje mucho más alentador que la comunidad de las monjas -de cuyo interior no guardo el más insignificante recuerdo- o que el resto de las dependencias del hospital... Por cierto, nuestros niños también tienen ya esa "cajita preciosa" y a veces me pregunto ¿qué irán guardando en ella? espero que una infancia mucho más plena y feliz que la nuestra... Un beso.

    GILGAMESH

    Gracias por tu comentario.... efectivamente lo que vivimos con intensidad durante la infancia, bueno o malo, queda indeleblemente impreso en nuestra memoria emocional; de manera que cuando lo traemos de vuelta a la memoria a corto plazo, se nos presenta acompañado de toda la parafernalia de sentimientos y emociones que ese episodio generó en su momento, por eso decimos que "re-vivimos".... cierro los ojos y, de alguna manera, re-vivo aquello que tan hondamente me emocionaba y cautivaba mi inocente espíritu...

    UTOPAZZO

    En contra de lo que pudiese parecer, éste no es el reflejo de una infancia feliz... si lees entrelíneas, se trata más bién de una infancia llena de ausencias y de necesidades.... Es cierto que guardo muy buen recuerdo del entorno, pues me parece un privilegio haber crecido los primeros años en el campo, al aire libre y sin los condicionantes externos de la ciudad; también guardo un amoroso recuerdo de algunas de las personas que me dedicaron una parte de su vida y me hicieron sentir importante por ello... Pero quizá hubiese cambiado el entorno y el amor de aquellas personas por la atención, la dedicación y la compañía de las personas que realmente me eran necesarias en aquel momento. En fín, como ambos coincidimos en que nada es casual, éste y otros episodios de mi infancia influyen en la persona que soy hoy y en cómo afronto la maternidad... y me pregunto ¿qué recordarán el día de mañana nuestros pequeños de su infancia? ¿qué episodios quedarán marcados en su memoria emocional? ¿cómo estarán integrando ellos nuestras atenciones y nuestras ausencias?... pero ese, es otro cantar. Gracias por tu interés. Un abrazo.

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  5. Ángeles lo de la caja en el caso de mi hijo es una realidad, bueno una realidad imaginaria. Cada noche abrimos una cajita invisible que tenemos en la mesita de noche y guardamos en ella palabras, la palabra más significativa de cada día...anoche guardamos "lagarto", imaginarás fácilmente por qué.

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  6. .... y al re-vivir los recuerdos, según las últimas investigaciones de la neurociencia, se activan las mismas partes del cerebro que se activaron con la experiencia originaria. Es decir, se puede re-vivir la experiencia con la misma intensidad.

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  7. Ves gilgamesh, como llevaba razón...? Siempre he defendido que aquello que a muchos, le parecía absurdo (el re-vivir los recuerdos, era como quedarse anclado en el pasado...) y fíjate, es exactamente como lo he comentado a veces...bueno, si no, parecido: al recordar, es como si estuviésemos en el momento exacto o lugar; pues pasado y futuro, se funden en un absoluto presente...esto es difícil de digerir, pero tratando con personas cultas e inteligentes, da para mucho. Creo que "todo"sucede en el mismo momento, en el mismo instante, es decir, el tiempo, no existe, sólo es una ilusión persistente de nuestro cerebro!
    Bueno Mª Ángeles, ya ves lo "científicos" que podemos sonar a veces! (y yo que no diferenciaría un ladrillo de Bailén de una cadena de ácidos nucleicos...

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  8. Bueno, con el permiso de Angeles, voy a usurpar un ratito su territorio y entro a responderte.
    Desconocemos tanto nuestro cerebro, que es fácil sorprenderse con las nuevas revelaciones acerca de su misterioso funcionamiento. Y me parece que no vas muy despistado cuando afirmas que lo único que existe es el presente en el que todo sucede en él. De todas formas, como bien dices, nuestra percepción de la realidad es muy limitada y llega hasta donde llega, no más. Y si a esto le añadimos las limitaciones propias del lenguaje para explicarla, poca cosa podemos sacar en claro. Pero bueno, a trancas y barrancas lo vamos consiguiendo.

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  9. Gilgamesh, quedas disculpado por "usurpar mi territorio", sólo una matización a ambos: según he leído recientemente, el tiempo es efectivamente un "invento" de nuestro cerebro para organizar y dar sentido a nuestras percepciones sobre la realidad. En ese proceso de integrar la información proveniente del exterior y del interior del organismo, el cerebro invierte unas milésimas de segundo, por lo que cuando creemos que algo está ocurriendo en presente, en realidad ya es pasado, de manera que vivimos permanentemente en el pasado... La verdad es que nuestro cerebro, su funcionamiento, es realmente fascinante... si nos fijamos en la memoria , por ejemplo, vemos que es tan importante y cumple una función tan vital que si no tenemos recuerdos, sencillamente no existimos, perdemos la conciencia de nosotros mismos y nos quedamos sin identidad...
    Gracias por vuestro interés. Un saludo a ambos

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  10. Gracias por el "indulto" , Angeles. Y cuánta razón tienes cuando dices que sin memoria, casi no somos nada. Puede que por eso mismo, nos guste tanto recordar y revivir las cosas.

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